lunes, 13 de diciembre de 2010

Antojos

Llevas varios días con la boca echa agua, solo de pensar en esa comida...Cualquier cosa que comes, te recuerda a esa comida tan especial, que por un motivo u otro, te ha tocado el paladar y tienes el sabor ahí intacto.
Tienes la receta en mente, sabes lo que quieres y cómo lo quieres. Hoy es el día en que por fin, vas a volver a probar esa comida que tu consideras un manjar.
Bajas a la calle ansiosa para comprar todos los ingredientes, apuntados en una nota para que no se te olvide nada y así no hacer ese momento tan largo. 
Llegas a la tienda y empiezas uno a uno, a pedir todos los ingredientes... Pero... ¡¡OH, NO!! El más importante no lo tienen... Te recorres varias tiendas y en todas te dicen que si eso, mañana te lo podrían traer... Pero no, tu lo quieres hoy.
Como es el día en que por fin te has decidido a cocinar ese manjar, buscas algo que pueda sustituir a tu ingrediente principal y aunque sabes que no es lo mismo, piensas... Seguro que ni noto la diferencia.
Subes a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, te preguntan que fue lo que bajaste a comprar a la calle y el motivo de tanta felicidad, después de haber pasado unos días gruñona.
No contestas, solo quieres hacerte con el control de la cocina y poder usar esas técnicas de cocinera que tienes y con suerte, en no mucho tiempo, tener tu platito en la mesa, listo para comer.
Sigues al pie de la letra la receta, la lees una y otra vez, para que no se te pueda olvidar ningún ingrediente y que no hagas nada mal. Poco a poco, ves que la receta llega a su fin, pero no está saliendo como tu pensabas que saldría...
Empiezas a frustrarte... Solía ser tu especialidad... Pero claro, recuerdas que el elemento principal lo sustituiste por otro parecido. Claro, piensas, ese es el problema... Aunque a pesar de todo, el aroma sigue siendo el mismo y el sabor, pues bueno, tampoco dista mucho del verdadero.
Por fin está todo listo, pones la mesa, sirves los platos...
¡A COMER!
Ves como todos se lanzan como animales hambrientos hacia la fuente donde colocaste todo... Y antes de que ellos lleguen a coger algo tu gritas un "¡Ni se os ocurra, es mio!". Después de la odisea que ha sido, no quieres compartir, lo quieres todo para ti... Para comer, cenar y si acaso comer y cenar mañana también.
Al fin y al cabo, era tu antojo y no el de ellos.

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